7 de septiembre de 2010

MIL DÍAS

 ... mil días desde que la señora Cristina Fernández de Kirchner fue elegida presidenta de la república, por el 45% de los votos.
Me siento plenamente orgullosa al verla cómo nos representa en el mundo, seguir atentamente cada discurso sin necesidad de leer. Quedo perpleja cómo en cada aparición está radiante y, desde hace un tiempo a esta parte, más segura y tranquila, apoyándose en tantos resultados más que satisfactorios de sus gestiones. ¿Cómo no estarlo si las mayores deudas
fueron pagadas y encima queda dinero en las arcas?
Ver a los genocidas sentados en las tribunales escuchando cada uno de sus crímenes y siendo juzgados; la asignación universal por hijos; la recuperación de Aerolíneas Argentinas; el exterminio de las AFJP; el aumento a las retenciones móviles para la soja (la 125);
la devolución del "Fútbol para todos"; la remoción de Redrado del Banco Central por "mala conducta"; la ley de medios audiovisuales; la inauguración del Museo de la Memoria; la ley del matrimonio igualitario; su participación junto a tantos presidentes de Latinoamérica ; su orgullo por nuestros deportistas en el mundo (campeones o no); su interés por las ciencias y científicos a lo largo y ancho del país... entre tantas y tantas otras cosas que sucedieron en estos mil días...
No puedo imaginrame mejor ocación para ser "oficialista".
Y, como en mi pobre universo, me era imposble entender a quienes la atacan, maltratan e intentan humillarla, transcribiré un artículo que escribió un brillante psicoanalista argentino, Dr. Juan Carlos Volnovich.

La Presidenta sexy

                      * por Juan Carlos Volnovich (psicoanalista)
En el momento de jurar como Presidenta de los argentinos, Cristina anticipó que, seguramente, a ella le iba a resultar más trabajosa su función por el hecho de ser mujer. No pudo avizorar, entonces, hasta qué punto la
iba a convertirse en una misión imposible. No sólo por su condición de mujer, No por victimizarse detrás de una identidad devaluada, sino por ser mujer a su manera.
Mujer sin atenuantes que ejerce sin atenuantes el Poder. Hay en eso algo más que una cuestión de estilo. “Mujer sexy en el máximo poder de la Nación” es un problema de estructura. Y tal pareciera ser que esa característica despierta un plus de odio. Se vuelve insoportable. De modo tal que esa ira visceral no se explica sólo como reacción a una política equivocada o respuesta indignada por la desilusión o la defraudación, no se agota en las razones.
Lo insoportable se funda en la evidencia de una mujer sexuada que ejerce el Poder sin disimulo: que no apela a los estereotipos maternales que pudieran dulcificar su gestión. En ella, ese amor hacia los hijos no se vuelve virtud pública. Cristina renuncia a una abnegación que bien pudiera aligerarla y, así, tomar distancia de un modelo Bachelet o de un modelo Ángela Merkel, tan protectoras, ellas; tan maternales, tan trajecito sastre, tan antídoto contra la lujuria. Lejos de instalarse en el camino de una reina madre, de una reina virgen, elude ese otro prejuicio patriarcal que supone a las mujeres tontas pero sabias para la intriga y, sobre todo, expertas en el usufructo vicario del poder masculino. No es una Isabelita, ni tampoco una Evita, gorrión del General, que vive sólo para él y por él y que, llegado el caso, renuncia a los honores pero no a su puesto de lucha.
Cristina no es una Hillary Clinton frustrada en el momento de dar el gran salto. Tampoco una Margaret Tatcher o una Golda Meier virilizadas por la función y administrando el poder de la misma manera que pudiera hacerlo un hombre.
Cristina es una mujer sexualmente atractiva, que tiene hijos y tiene marido. (No un príncipe consorte ni un padrino protector). Y, además, ejerce el Poder Supremo de la Nación y no elude, no seduce, no apela a las “malas artes” femeninas, no se refugia detrás de los varones poderosos y, para colmo, levanta el dedo como Lenin. Ella ejerce el Poder y nos hace saber en cada momento quién es la que manda mientras genera como respuesta ese interrogante airado de “¿Pero quién se cree que es?” Y no se trata de una creencia ni de un problema ontológico. Ella no es pero sabe muy bien que está en el ejercicio de la Presidencia de la Nación y… nos lo recuerda.
De modo tal que no son los enemigos los que cuentan. Después de todo ¿qué político no tiene enemigos, adversarios, contrincantes? Pero esa ira irracional que le hace perder la compostura a la gente “bien”, ese exceso de indignación, ese “no me la banco”, “no lo soporto”, “la detesto”, viene de otra parte. Ese plus de odio habita en aquellos que se sienten agraviados, testigos involuntarios de valores mancillados.
Son las consecuencias, inevitables, de una estructura patriarcal resentida en sus cimientos cuando una mujer sexy, no madre, no puta, no macho, nada tonta, se ubica en la punta de una pirámide jerárquica.-

*Dr. Juan Carlos Volnovich
Médico, estudiante de Psicología, desde el comienzo de su actividad profesional (1964) se dedicó al psicoanálisis de niños. Formado en el Instituto de Psicoanálisis de la Asociación Psicoanalítica Argentina, renunció en 1971, integrando el Grupo Plataforma. Desde 1964 hasta 1971 fue médico concurrente del Departamento de Niños del Servicio de Psicopatología del Policlínico de Lanús. Durante los años de la dictadura militar en la Argentina (1976-1983) trabajó en el Servicio de Psiquiatría del Hospital Pediátrico "William Soler" en La Habana, Cuba. Colaboró con numerosos organismos de Derechos Humanos en Argentina y en el exterior, especialmente con Abuelas de Plaza de Mayo. En la actualidad investiga la relación del psicoanálisis con las teorías feministas.

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