18 de marzo de 2014

MIS RULOS

                              (rebeldía al viento como bandera)

La relación pelo/mujer es estrecha. Es el adorno natural que nos realza más que cualquier alhaja. Por ello nos cuidamos tanto y estamos tan pendientes de sentirnos más bellas cada vez que nos hacemos algo. Y es por eso que necesitamos que, al ir a la peluquería, ese ser a quien le depositamos nuestro tesoro, sepa interpretar lo que queremos que nos hagan, aunque no siempre sepamos comunicar exactamente en palabras, la imagen que tenemos internamente de cómo queremos quedar. Ese ser, llamado de diferentes maneras:  coiffeur, estilista, peluquero, etc…  debe saber que si lo que le pedimos es imposible de lograr, sea porque no tenemos el tipo de pelo o el corte de cara o lo que sea, tiene la obligación de decírnoslo y sugerir algo más acorde a lo que él ve como especialista en pelo, al menos.  Pero pareciera que nuestras cabezas pasaran a ser parte de su entrenamiento y que con ellas fueran probando técnicas que aparecen en las revistas o en internet en algún: “paso a paso” de youtube.
Cuando cumplí mis 50, decidí cortar mi larga cabellera llena de rulos porque  ya me era incómodo teñirme y hasta lavarme, pero sobre todo porque no me gusta el cabello largo en mujeres de más de 45 años y, después de mucho ver en la calle y en internet, me decidí por un carré, hasta los hombros.  No me quedó mal, pero no me sentí identificada, sobre todo porque mis rulos casi no se formaban. Aún sin saber muy bien el motivo, el cabello comenzó a crecer mucho y, ese carré se volvió a transformar en una cabellera larga, pero esta vez casi sin rulos, por lo que ahora tenía doble motivo para buscar un corte que fuera más con mi edad y que, además, hiciera que mis adorados rulos volvieran.  Tenía una vaga idea de cómo quería que me quedara mi melena, pero no estaba segura de poder trasladar en palabras que se entendieran. “Un carré arriba del hombro, no tan aburrido, sino desparejo… con algunas mechas largas”, fue la manera más exacta que encontré en describir este corte. Contenta con mi descripción, salí a buscar quién hiciera esa transformación.  Sabía que debía buscar a alguien que no hiciera sólo cortes tradicionales, puesto que corría el riesgo de que no entendiera exactamente el grado de “desparejo” que yo quería.  Así me fui asomando en distintas peluquerías y mirando las caras de los peluqueros, deseando, creo, que algo mágico me señalara al genio o genia.
Entré  a una casa reciclada, muy de onda en un barrio muy de onda,  donde vi que los 5 seres que estaban ahí, tenían alguna transformación en sus propias cabezas, que, de estar más atenta, me hubiera dado cuenta que era muy extremo para mis aspiraciones. Entré y las sonrisas me ofrecieron café y me hicieron sentar hasta que llegó quien parecía el jefe, mientras los otros miraban sobre su hombro al espejo y, comenzó a tocar y despeinar mi cabeza y mis rulos como si fueran un diamante en bruto a pulir… (y cómo no, pensé después, si en mi cabellera larga eran posibles miles y miles de experimentos???). “Quiero un carré arriba del hombro, no tan aburrido, sino desparejo… con algunas mechas largas”, dije decidida e inmediatamente después, traté  de tomar contacto visual para saber si él había captado lo que yo quería en mi cabeza y, como si hubiera entrado un rayo de alguna parte, sentí que él era ese genio que lograría hacerlo!!! . Él, escuchándome serio, seguía estirando mis rulos y afirmaba con la cabeza mientras decía un gutural: “ajam, ajam”, Suspiré hondo, busqué de nuevo su contacto visual y, al lograrlo, le pregunté cuánto me saldría esa transformación. A la semana llamé para pedir turno y una grabación decía que estaban reformando el local y que llamara en tres semanas. Por un instante lo tomé como una señal, pero después me olvidé y a las tres semanas ya tenía turno y estaba feliz.
Cuando llegué me atendió el mismo jefe que había hecho el estudio de campo y me dijo que esperara. Otra vez las sonrisas me ofrecieron café y me hicieron sentar, pero en vez de acercarse el jefe, vino el de la cresta verde y, cuan gurú, tomo mis manos y me preguntó que quería. Desorientada del cambio de “genio”, busqué con intensidad en mi memoria el spich de mi corte y, con dificultad lo encontré y se lo dije: “Un carré arriba del hombro, no tan aburrido, sino desparejo… con algunas mechas largas”. Mucho pelo por aquí y por allá… algunos rulos en el suelo…  y al ver su navaja en sus manos? Temblé… ya la había usado y yo no me había dado cuenta!!! , me secó el pelo con aire caliente y frío, a pesar de que yo le había dicho que nunca lo hacía porque se me explotaba y me puso un especie de gel para peinar. El espejo me devolvía una imagen distinta a la que yo imaginaba como final, pero no me pareció tan mal… hasta que llegué a casa y pude ver  cuán distinto era lo que yo le había pedido!!!! Aún no tengo claro qué es lo que este gurú de cresta verde entendió de mi spich… creo que sólo escuchó desparejo y mechas largas: tres largos, más que desparejos… tres mechas ralas, largas y horribles atrás, contrastaban con las mechas de menos de 30 cm en la nuca.

No lloré. En otro momento de mi vida, éste corte hubiera sido motivo de mi suicidio. Hoy me río, qué más? Por suerte el pelo crece y, mis rulos bellos, saben cómo acomodarse y disimular y tapar y embellecer lo imposible…
Limpié mi humilde tijera y luego de ponerme kilos de crema enjuague, tiré todo el pelo hacia adelante y apliqué una incisión certera y con muchísimo amor.

Mis rulos: cortos/largos, sueltos/ atados, claros u oscuros son libres y llevan, sin prejuicios, mi rebeldía al viento como bandera. 
                         


                                

Marti Wong, escultor de Nueva Zelanda

Jardín esculturas de Bruno Torfs (pena q se quemó en 2009) Estaba en Australia

Otra de REP (excelenteee!!!)

Otra de REP (excelenteee!!!)

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